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Tuesday 21 de October de 2008, 11:07:38
La niña del pijama de cuadros
Tipo de Entrada: CUADERNO | 1 Comentarios | 2231 visitas

Érase una vez una joven pareja que llevaba varios días habitando en el interior de un antiguo refugio de montaña algo destartalado, que se resistía al olvido definitivo. Hacía varias temporadas que había sido abandonado, pues su estructura interna había sido afectada tras recibir el impacto de un fuerte alud, pero algunos excursionistas, llevados por su nostalgia, no dejaban de visitarlo. Transcurría la segunda quincena de agosto cuando ambos jóvenes y su pequeña hija pasaban unos días de relax en pleno contacto con la naturaleza. A sus nueve años de edad, Edurne era una montañera en toda regla, y era muy diferente a sus compañeros de clase. A ellos les gustaba mucho jugar a la Play Station, ver la televisión o ir al cine. Ella, en cambio, frecuentaba casi a diario la biblioteca, donde pasaba largas horas ilusionada hasta que se acercaba la hora de la merienda, momento en que tenía que haber regresado a casa sin falta si no quería que sus padres se enfadaran con ella. Allí consultaba diferentes revistas, como National Geographic, Viajar, Muy Interesante o Pirineum. Solía llevarse a casa numerosos documentales de fauna y flora, que a la hora de cenar visionaba junto a sus padres en el salón. Amaba el resto de formas de vida presentes en la Tierra tanto como viajar a nuevos sitios, donde infinidad de opciones se le presentaban para acometer una exploración en toda regla.

Cuando rozaban la semana de estancia en el viejo refugio, Edurne decidió que había llegado el momento de explorar un poco más allá. Las cortas marchas que acometía cada día a la hora de la siesta, momento en que sus padres aprovechaban para descansar, la habían llevado a conocer cada una de las flores y rocas del lugar, por lo que creyó necesario fijarse nuevos horizontes. Con esas ideas en la mente, no dudó un momento al ver que sus padres se acababan de acostar. Aunque el acogedor refugio se hallaba en una especie de valle, había un pequeño collado en un lateral, a no mucha mayor altitud, quizá a un centenar de metros. Se dirigió hacia aquel tentador lugar movida por su inquieto espíritu, con la esperanza de ver un poco más allá, y así explorar nuevas zonas. De camino aprovechó para investigar cada roca, cada flor. La había rosas, lilas y azules, pero sobre todo las que más le gustaban eran unas de color amarillo que había visto muchas veces en Vall de Núria. Cuando llegó al pequeño collado miró hacia atrás, dándose cuenta de que el refugio era un punto diminuto. Observó sorprendida, con la boca en forma de O, el nuevo paraje que tenía ante sí, algo que creyó que le pertenecía, por ser la justa descubridora. Un increíble lago de azuladas aguas que reflejaban las blancas nubes de algodón que surcaban el cielo se mostraba en todo su esplendor, cautivando en extremo a la pequeña. No pudo evitar echar a correr hacia aquel maravilloso lugar.

A medida que se acercaba, unos fuertes sonidos la desconcertaron, pues no acertaba a adivinar que animal los emitía. El misterio lo resolvió unos pasos después, cuando vio correr a unos patosos y obesos animales hacia sus madrigueras; se trataba de unas dos docenas de marmotas, que huían espantadas de la niña. El sorprendente encuentro causó en Edurne una gran felicidad, pues hacía tiempo que había leído sobre ellas pero aún no había tenido la oportunidad de encontrarse con ningún ejemplar. Junto a la orilla del lago observó su reflejo en el agua, y se despertó del sueño en que se hallaba sumida. Recordó que había salido hacía rato, y que si no quería que sus padres se enteraran de su ausencia tenía que regresar lo antes posible. El tiempo había transcurrido más rápido de lo que ella creía, pues estaba llena de felicidad tras sus descubrimientos con su primera exploración más allá de los alrededores del refugio. Cuando se disponía a abandonar el lugar, atisbó que un animal se hallaba quieto junto a las cristalinas aguas, sobre una roca de llamativa forma. Sintió gran lástima cuando descubrió que se trataba de una marmota enferma, quizá debido a su vejez. Parecía que estaba imposibilitada de andar, motivo por el cual no huyó cuando divisó a Edurne. Sintió gran lástima por el animal, y pensó que lo mejor era acercarlo a la entrada de una madriguera, donde la dejó antes de regresar al pequeño collado. Desde allí, el refugio nada más era un punto, que se transformó en una mancha al acercarse, que posteriormente se convirtió en un refugio. Sus padres aún dormitaban.

Al día siguiente, a la hora de la siesta, decidió aventurarse de nuevo hasta el lago, con la intención de volver a ver al animalillo y llevarle algo de comida. Y así hizo a diario durante una semana, comprobando como la marmota comenzaba a cogerle cariño, pero su aspecto externo le hacía creer que su salud estaba empeorando. Aunque sentía cierta preocupación por ello, también sabía que en pocos días acabaría el mes, y con él las vacaciones de sus padres, por lo que abandonarían el lugar y nunca más volvería a ver a Blanquita, nombre con que había bautizado a su peculiar amiga. Le turbaba que pudiera pasarle algo, por lo que nunca decidió aventurarse a nuevos parajes, sino que había cambiado sus deseos de exploración por unas ganas terribles de estar junto al animalillo. Pasó felices momentos junto a él, hasta que llegó el penúltimo día de la estancia familiar en el valle. Como cada día, subió hasta el pequeño collado desde donde se veía un puntito que era el refugio, y un hermoso lago a orillas del cual vivía su estimada amiga. Le dijo con habla triste que al día siguiente sería la última vez que se verían, pero era consciente de que el animal no podía entenderla. Regresó al collado bastante apenada, y posteriormente al punto que luego era una mancha, después una forma y finalmente un refugio, donde sus padres descansaban como de costumbre a aquellas horas. Y llegó la última noche.

Edurne no podía conciliar el sueño después de haberse despertado súbitamente tras una pesadilla, en la cual Blanquita había muerto. Sumamente preocupada, se puso de puntillas para así poder llegar a una pequeña ventana que había en el refugio, y aunque estaba cerrada, por la pequeña ranura que había descubrió que comenzaba a clarear. No podía esperar a que llegara la tarde para ir a ver a su amiga, así que decidió arriesgarse pese a saber que si sus padres se levantaban temprano, descubrirían que había salido y se enfadarían mucho con ella, además de darles un gran susto. Pero necesitaba confirmar que Blanquita estaba bien, y sin perder tiempo salió con lo que llevaba puesto: un pijama de cuadros que vestía siempre para dormir. Se calzó rápidamente, salió sigilosamente de la habitación, abrió silenciosamente la puerta del refugio y se dirigió hacia el collado. Comenzaba a arrepentirse de haber abandonado el cálido saco al sufrir sobre su piel que hacía más frío del que había pronosticado. Aunque era verano, aún no eran las siete de la mañana, y hay que recordar que solamente vestía su pijama a cuadros, así como unos calcetines gruesos y sus botas de montaña. Desde el collado comprobó que el refugio seguía siendo un puntito, pero quedó decepcionada al mirar hacia el lago. Como acostumbraba a ir a media tarde, cuando la luz solar era intensa y el lago irradiaba todo su esplendor, no pudo entender que a aquellas horas el hermoso lago presentara un aspecto decepcionante, lúgubre. Bajó con cierta prisa hacia la madriguera donde Blanquita vivía, en la misma entrada a la que ella la había trasladado por su incapacidad de caminar. Aún está durmiendo -pensó- pero se acercó a ella y no despertaba. Su corazón se hizo trozos y rompió a llorar al asimilar que Blanquita había muerto, tal y como había sucedido en su sueño. Se resistió a separarse de ella, pero en el fondo sabía que tendría que hacerlo. Además, ya había amanecido del todo y sus padres estarían muy preocupados por ella. Besó a Blanquita por última vez teniéndola en brazos, algo que se había acostumbrado a hacer cada día, pero ahora por última vez a modo de despedida. Cavó un pequeño agujero con una pizarra cercana, introdujo al animal y lo cubrió con tierra, pues quería preservarlo de posibles depredadores. Subió de nuevo al pequeño collado, desde donde ésta vez no lograba ver el pequeño punto, que luego era una mancha, posteriormente una forma y finalmente un refugio. Las lágrimas en sus ojos le impedían distinguirlo. Sus preocupados padres divisaron la silueta nada más aparecer ella, y corrieron hacia su hija, que estaba sumida en una profunda pena.

 

Escrito hoy, a fecha 21 de octubre de 2008, inspirado en el "niño del pijama de rayas", que leí ayer.

 

P.D. Te invito a visitar mi canal de Youtube Feliz Éxito aquí:  www.youtube.com/felizexito


1 Comentarios
Enviado por Madveras el Tuesday 21 de October de 2008

“Es un relato precioso Zodiaco ....aunque creo que m'has chafau un poco la pelicula :p .... el relato es muy emocionate ”


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